Chronicle #11 (Ciclofilia y Frustración 2da parte)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Entonces, ¿en dónde la voy a dejar, o qué.... ya vio que no tiene estacionamiento para bicis? -dije, ya molesto de que mi argumento sobre las ruedas y los medios de transporte le había sido en absoluto relevante. No sé -segura e indiferente contestó la pistolera del Centro Magno- pero no puede pasar con ella, ni meterla al estacionamiento de la plaza... -terminó.


Yo había visto, hace años, estructuras para sujetar motos y bicis, pero ya no estaban; a una cuadra en un café había dichas estructuras, pero se me estaba calentando la sangre y sentía sobre mí una misión que no podía definir, una extraña fuerza de terquedad me llevó a darle la vuelta a la plaza por fuera y entrar al estacionamiento. Entramos a pesar de ésta simpática señal:



Esquivamos las plumas robóticas de seguridad y nos colamos: entrando, ahí (donde están las puertas del elevador y las escaleras) atamos nuestras bicis con sus respectivas cadenas al barandal de la escalera. Bien atadas ya, -y sin representar estorbo al caminante- subimos la escalera, y ya en los últimos peldaños de la misma bajaba la Clint Eastwood de esta historia. Esta sheriff del centro comercial, bien leyó nuestras intenciones de hacer caso omiso de su indicación, iba por nosotros, nos miró con ojos de viejo lobo de mar y sus fosas se abrían como paracaídas. No nos detuvimos, seguimos seguros y con la frente en alto. Estábamos convencidos de que no había falta -a la seguridad, ni los buenos modales- en nuestra acción, además en mis adentros rebotaba la idea de que un centro comercial debía ofrecer la infraestructura necesaria para sus visitantes.




La película no fue tan buena como lo que sucedió al bajar las escaleras. Yo traía una mala espina: aquella mirada abrasiva prometía un final más interesante. Así fue, al llegar por nuestros vehículos todo parecía estar bien, desencadenamos los marcos y... ¡Lo sabía! ¡La daga estaba hecha! Al levantar mi bicicleta, la llanta delantera siguió caminando -y casi golpea a una mujer- cuando yo me quedaba con el resto de la bicicleta a mi izquierda; miré la llanta trasera de Ella y el rin dejaba su marca en el mármol del suelo. Nos la hicieron buena. Alguien retiró las mariposas del eje de mi llanta y había sacado todo el aire de la llanta trasera de Ella, por lo menos no la había ponchado. Debo agregar que me esmeré en buscar en todos lados mis piezas, quién querría mis piezas, muy probablemente es la única bicicleta de ese modelo en uso: ¿Por qué no las tiró por ahí, en un bote de basura? Las busqué en todas partes...

Razonamiento en pasos:

1. No fue un intento profesional de robo de bicipartes, sino un ardid de aficionado. Quizá travesura, pues, de contar con los artilugios propios del oficio, se hubieran llevado por lo menos el marco, que es lo más costoso, o las lucecitas de Ella, que eran de reciente adquisición.

2. Un ladrón aficionado se hubiera llevado las lucecitas, no mis mariposas del eje de la llanta. El modelo de mi Magistroni tiene veinte años de haber dejado de ser actual.

3. El acto fue más de corte vandálico que delinquivo, pues la evidencia muestra sólo un afán por hostigar a los propietarios.


Pregunta:
1.¿Quién podría querer hacernos daño?

Resolución:
Dede luego, -y como podrán imaginar ustedes- mi mente apuntó a los ojos ardientes de La Alguacil de plaza. Pensé que nuestra actitud que al final de cuentas siempre fue serena y nuestro acto cuasirebelde, en el que trajimos una opción nueva, que para La Guardia era inexistente en su pensamiento binario y plano, vio amenazada su superioridad en la jerarquía del acomodo social del centro comercial, un atentado a la seguridad, a su autoridad. Y para demostrar qué ella sería quien reiría al final, nos dejó de regalito: una bicicleta incompleta y otra sin aire, para el caso lo mismo de inservibles ambas. Ahora tendríamos que regresar a pie y medio cargando las bicicletas estropeadas.

El Padrino diría: Lo que importa no es el acto, sino el mensaje. A mí, el mensaje, me importa un comino. En cambio, el acto, me fastidió hasta los huesos. Agradarle o no a La Guardia me va igual que me viene, pero, hasta la fecha mi bicicleta siguie imcompleta y ha sido un total cirquito encontrar las piezas de ese arcáico modelo.

C O N T I N U A R Á . . .

Imagenes de la película italiana Ladrón de Bicicletas (Recomendación de El Peatón)

Mientras, para ver más sobre seguridad ciclista y artefactos antirobo visita:

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Chronicle #12 (The Reporter)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Ruta: 380Hora: 15:42 hrs.
Unidad: A-2178
Modelo: URBUS
Forma de pago: Transvale

Bien ubicado ya en mi asiento, y después de unos minutos de haber abordado uno de los buques de la flotilla de la muerte, vi cómo un hombre -carente de cualquier apariencia estudiantil- tras su mujer ofrecía su boletito rosado al chofer. Notable renuencia mostraba el operador del A-2178 para aceptar dicho papel como paga por el servicio ofrecido, cuando finalmente el hombre sacó de uno de sus bolsillos un paquete de hojas (unas color verde y otras del blanco común que suelen ser los papelitos vulgares) envuelto en una arrugada bolsa de plástico. Las mostró y fue entonces que pudo cruzar la difuminada línea que separa a los pasajeros del dictador del cajón de hojalata. Despejada la zona de acceso, de la cuarta hilera de la izquierda se puso en pié un personaje nuevo para éstas crónicas del Peatón.

Un hombre adulto, de lacio cabello y canguerera verde a la cintura -y para mi gusto de un símil al tipo argentino. Se acercó al asiento del chofer y comenzó un diálogo del que no pude escuchar prácticamente nada. En sus movimientos se le notaba muy exitado, molesto, pero no furioso. El chofer intercambiaba también cortas y largas frases al compás de constantes sacudidas horizontales de cabeza. El hombre, con la izquierda en el tubo, mantenía su valiente enfrentamiento verbal con el chofer. Había como de costumbre mucha gente en el pasillo, y a pesar de ello, alcancé a ver cómo -de quién sabe dónde- sacó una lastimada hoja blanca que ponía en las narices del chofer como todo un agente federal del FBI. Tal cual lo hemos aprendido después de tardes completas frente al Canal 5. El valiente finalmente regresó al pasillo con la estaca de la mirada del chofer en el retrovisor, que fabulosamente encuadraba sus poblados bigotes y cejas. Yo creo que más de la mitad de los pasajeros se dieron cuenta de la extraña riña, pues a todo esto le sucedió el curioso silencio que produce una situación imprevista.


-Tiene que, tiene que... Dice que no le importa, pero mañana ponemos el reporte, de eso yo me encargo- sentenció confiado y pelando los ojos a una mujer de raíces canas en la cabeza, quien sospecho fue su compañera de viaje antes de su irrupción en el cotidiano frena y acelera del 380. Yo todavía distaba a unas cuatro personas del hombre cuando se desocupó el asiento a mi izquierda que ocupé emocionado. Quizá así podría terminar de conjeturar lo que ahí sucedía. Saqué de mi mochila cuaderno y pluma ,y entre el murmullo y la temblorina del camión comencé a escribir lo que había sucedido mientras en el metro y medio de distancia se estrellaban o desviaban las palabras del hombre y la mujer.

-Sí, sí, sí andamos viendo si los choferes se paran en las paradas oficiales, si dan bien o no el servicio...- le escuché al hombre decir. -Y es rarísimo que sea un hombre mayor...- dijo bajando la voz el hombre.

-Los hombres mayores suelen ser educadísimos.- decía al tiempo que cerrando un círculo con el índice y el pulgar subía y bajaba lentamente.

-Si viera el 59-A... ahí todos son bien amables, yo me subo bien temprano, soy la única que se sube a esa hora y los choferes hasta te dicen: buenos días, que tenga buen día, cómo le ha ido... qué bueno que la vuelvo a ver... Amabilísimos- decía la mujer con acento de lavadero.

-No, no, no, qué bueno que me dice, porque a así como decimos de éstos, también hay que darles el crédito a quienes hacen excelentemente su trabajo- contestó el valiente quien parecía estar llegando a su destino.

-Esa es la consecuencia de trabajar en un trabajo que no les gusta...- Fue lo útimo que le escuché decir después de seguir conversando unos instantes más con aquella mujer que se veía tan interesada como yo en la plática y la aparición del confrontador personaje. Hasta aquí dudaba si el hombre era uno de esos inspectores de ruta, pero los inspectores se dedican casi exclusivamente a pedir de los usuarios sus tickets para confrontarlos con el rango de la numeración que el chofer tiene prensados debajo de su cajita para las monedas. Dudo, pues, de la veracidad de los datos que les comparto a continuación, ya que los pedazos de frases pasan todos a través del ruido y el movimiento, y uno tiene que echar mano de la imaginación para articularos a la distancia: resultó ser -según mi turbado oído- representante de un periódico local de renombre y una revista de la que no pude escuchar el nombre completo.

Cuando indicó a la mujer que bajaría yo comencé a escribir en otra hoja la dirección de La Exquisita Ignorancia y el nombre de la columna que quizá esté leyendo él mismo ahora. Al pasar me dirigí hacia él y le pregunté si era periodista, cuando respondió positivamente le hice saber del blog y la columna. -Hay que tomarnos un café, porque ésto está bien interesante!- eso fue lo que inmediatamente respondió. Le entregué el pedazo de hoja y me pidió mi número celular. -Te hablo y nos tomamos un café- dijo para finalizar el encuentro y bajó por atrás.

Más adelante, allá por el cruce con Av. Vallarta un hombre pidió un aventón al chofer. El chofer le respondió: -no te puedo dar raid, no te puedo dar raid-. Sabía que probablemente al a mañana siguiente su encuentro con The Reporter -como lo llamaré por ahora, pues desconozco su nobre- tendría consecuencias. Debo ser sincero aquí y aceptar que fue muy grato encontrar a The Reporter en la mera movida, poniendo el dedo sobre -casi- el mismo renglón que yo, mientras viaja en el transporte público.


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Chronicle #11 (Ciclofilia y Frustración)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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-¿Y dónde las vamos a dejar?- preguntó Ella. -Ahí en la Selva, y si no, pues en la misma plaza- dije, pensando yo en que si Petersen había agarrado su bici para ir a chambear, se removian los intentos por pedir una ciclovía, y tanto movimiento de iniciativa ciudadana para impulsar una nueva (vieja) manera de moverse en la ciudad; nada se interpondría en mi intento por ir a dar la vuela en dos llantas en vez de seis, -o en cuatro.

Le dimos la vuelta a la plaza buscando unas de esas estructuras de fierro para encadenar bicis y motos, pero fue en vano. Entonces consideré que podríamos dejarlas afuera, amarradas a un poste, pero, irónicamente desconfié de abandonarlas afuera de la plaza. -Total...- me dije , -siempre había algún guardia de seguridad para vigilar, o por lo menos para dar la finta de que el lugar permanece vigilado-. Alguien con la responsabilidad de resguardar la paz y el orden no permitiría que nada atentara contra nuestras in-atractivas bicicletas.

Entré con seguridad en el caminar, con mi bicicleta del manubrio y el asiento. Mi rodada 27 tiquitaba mientras el guardia de la puerta con su mutismo se delató durmiendo detrás de sus cuadrados y gruesos lentes de sol. -Seguro nos permitirán dejar las bicis en guardaropa- le dije a Ella más que esperanzado y ya con el hirviente ansia de palomitas. Llegando al centro de la plaza se dirige ante mí, de frente, La Guardia, con la mano en el radio, -al estilo del viejo oeste- como dispuesta a tomar las acciones que fueran necesarias para detener el atroz acto de transgresión a la seguridad del establecimiento. -Nada con llantas puede pasar- dijo con la fachada y el tono de pocas pulgas. La miré con un torbellino de pensamientos torcidos y mutilados. Asentí con la cabeza. -Y... ¿Cómo le hizo él para pasar?- Afortunadamente -y como en caricatura gringa- pasaba a nuestro lado un niño con polio en una silla de ruedas.

Pensé a mis adentros: ¿cuál es el maldito problema? ¿las ruedas?!! He ido a la universidad en patines un par de veces, y en todas ellas los guardias de seguridad me nan pedido que me quite los patines porque es peligroso. Y las bicis? ¿y las motos?, ¿y las motos monstruo?, esos armatostes motorizados, ¿y los ciclistas que de bajadita agarran peligroso vuelo? Ellos son la verdadera amenaza. Ah! y otra contra los moticiclistas: ¿de verdad creen que su carril es la línea punteada entre carriles? Bueno, regresando a la universidad, a los ciclistas se les recibe entre aplausos y a mis patines -que también fueron verde-económica-alternativa-y-divertida manera moverme se les señaló en nombre de la seguridad. Vamos! era clarito que con ésta panza y mi mochila a reventar no iba a hacer performance de street skating. ¿Peligroso? qué mas peligroso que un estudiante de arquitectura o diseño caminando con esas maquetas y sus obras de arte, o lo que sean. O, qué tal una mujer que no sabe andar con sus once centímetros de tacón, y qué decir de un freshman inexperimentado portador de café grande bien caliente. La pregunta aquí es entonces, ¿qué les pasa a los guardias de seguridad? Si hubiera estacionamiento de patines en la universidad los estacionaría.

Regresando a la historia: si el niño con polio tiene como casi única (si somos categóricamente exigentes) manera de transporte, su silla de ruedas, ¿cuál es la diferencia si mi manera de visitar la plaza es yendo en bicileta (y no solo de ir, sino de consumir, ¿no es lo que buscan?), ¿por qué no dejar pasar la bicicleta, si no le ofrecen a los ciclistas, sus clientes, lugar seguro para dejarlas?, ¿qué no hay una tienda de refacciones y accesorios para bicicletas dentro?, ¿suponen que sus clientes ciclistas lleguen en automóvil a la tienda de biciletas? En fin, todavía tengo una a mi favor: a diferencia del niño yo no íba paseando sobre mi medio de transporte. (Mi argumento del niño con polio no le interesó, insistió en que saliera de la plaza, sin dejarse cuestionar.)

C O N T I N U A R Á . . .

Arte de Susy Navon (http://www.susynavon.com/) quien amablemente, desde las pampas argentinas, aceptó hacer uso de su obra para esta entrada.

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Chronicle #10 (Reventa-Reaparición )

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Fue hace ya varios meses que pude leer en mitadPeriodista (worldpress.com) un artículo en que se hacía mención de la movida que, -supuestamente y según él-, se traían los camioneros con los transvales: reventa. ¿Cómo es ésto posible? ¿Revender? ¿Para qué? La útlima vez que fui a comprar mi dotación de boletitos me fijé bien en el reverso donde claramente decían que su vigencia era anual y que el talón es para el pasajero, no para el camionero. ¿A qué voy?

Hace poco al abordar un Santa Anita R-183, corté el talón del transvale ayudado de la credencial de estudiante y lo entregué. El chofer llevó su mirada de mis manos a mi cara y dijo:

"No los cortes, amigo... Ya no los estamos aceptando, ningún camión los está aceptando cortados..." así como éste ya no nos los aceptan a nosotros, a lo que respondí: "ah sí, ¿y eso?". El hombre del volante dijo lo siguiente: "Es una medida nueva que se esta tomando, ya no se van a recibir en domingos y los sábados solamente de cinco de la mañana a las tres de la tarde y en la noche, entre semana, hasta las diez... esque aquí no es como en Guadalajara" y luego con un tono arrogante e imperativo "métete al internet aista todo..." Calló y hizo ese movimiento de cabeza como diciendo "ya pásale pues" y metió mi mutilado tícket en su portatransvales de acero. ¿¡Qué diablos!? ¡Entonces a los estudiantes se nos quita lo estudiante a las diez de la noche y el fin de semana! Y ¿qué, voy a tener que hacer caminando hasta el puente de palomar (línea divisoria entre Tlajomulco y Zapopan) que queda unos tres kilómetros de mi parada usual para poder restregarle en la cara, al chofercito y su línea Santa Anita Deluxe, mi trasvale? Lo estudiambres no se nos quita hasta que se acaban los semestres o de una patada somos expulsados del alma mater. "Este gobierno de veras que no tiene NPI de lo que hace" -dije, dándome aires de conocedor. Estaba indignado. ¡Qué manera de mandar al hijo de vecino a decir las tarugadas que hace uno solito! Seguí molesto mi camino y casi llegando a mi destino recordé lo que había leído en aquel blog y mis corajes y dudas hervían en las tripas. Llegué a mi casa y lo primero que hice fue encender la computadora y comenzar a buscar algún indicio de esta nueva medida; utilicé todas mis habilidades para buscar las noticias, navegué -por segunda vez en la vida- la página de la secretaría de vialidad y transporte, la página del gobierno municipal de Tlajomulco de Zúñiga; y nada, no encontré nada.

Estas cosas son patrañas, son producto de la inventiva de los choferes y sus patrones, o quizá desde las mutualidades y sindicatos. Tiempo despues al abordar otro camión, temeros de ser sermoneado otra vez y bien zambutido en mi conflicto interno, entregué mi transvale completo y me pasé. La voz del operador de aquella ballena motorizada me pidió que tomara mi parte del boletito, -esta parte es para ustedes- (¡¿Qué?!) dijo con su joven voz, me agarré bien del tubo y aproveché mi oportunidad. Le pregunté qué sabía el de por qué unos choferes-rutas piden que no quites el talón y otros se molestan por que los usuarios no se los quitan. Contestó -de muy buen agrado y en modalidad de platiquita- que todo dependía de los patrones, que unos los piden a sus empleados sin talón y otros se los piden con todo y talón parar poder revenderlos -el otro día me dijo un muy querido amigo y champucero de La Exquisita, que había presenciado abordo del camión, cómo el chofer ofrecía transvales (en reventa) a sus propios pasajeros.

"Si tu vas a las oficinas de otras rutas y dices: quiero comprar transvales, ahí te los venden, de los mismos que otros pasajeros dieron", me dijo el joven operador del camión. Confirmé aquello que no podría creer de mitadPeriodista.

Me declaro un ignorante del teje y maneje político-burocrático de este país, pero estoy seguro que más de algún lector podrá esclarecernos qué sucede aquí. Me queda claro que cuando compro mis transvales, mi dinero está perdido, los boletitos no son dinero, uno le entrega a la SVT a domicilio y por adelantado los viajes futuros. Pero si al entregar el dinero al chofer, y éste a su vez lo reporta al siguiente escalon de la jerarquía burocrática de los transportistas, ¿de qué le sirve a ellos los boletitos? ¿los regresan a la secretaría y se los cambian por moneda nacional común y corriente? ¿Para qué tanto teatro?

Estoy dividido, debo aceptarlo. Entré en un conflicto ético-moral. ¿Qué hacer, dar el transvale completo aunque ahí esté -supuestamente- asegurado como viajero del transporte público y dejo que el chofer, o su patrón, o el patrón de su patrón, se gane unos baritos más por revender? Quizá es que los choferes han encontrado la manera de sacar su propinita diaria después de ser medio explotados por sus jefes. Es lo único que se me ocurre para explicarme las altísimas velocidades, las atascadotas de pasajeros y la gran variedad las arbitrariedades viales que se avientan cada que se puede -quitando desde luego las opciones de diversión automotriz y la reiteración de considerarlos animales salvajes de estos ríos de automotores.Total, intentando dejar los rodeos con signos de interrogación: yo ya pagué y él me tiene que dejar subir, pero ¿por qué no dejar que se gane ese dinerito?

Al diablo! Bueno... no sé si estoy favoreciendo al diablo o a Dios, o quizá todos son diablo. Gobierno o mutualidades, mutualidades o patrones, patrones o choferes, no sé. Opté por una posición, seguiré quitando el talón de mis tranvales. Me vale, que ai ellos se den de catorrazos. Punto.

Pasando a otro tema:
¿Recuerdan a La Mujer del Abrigo? (Chronicle #6) Antes de toparle otra vez en el camión, la ví de pasada en una parada de autobús, levantaba las manos como si predicara a la pared, estaba sola. Hace poco pude sacar dos fotografías de ella, ahora sí en el camión. Se las comparto a ustedes, amables lectores. En la primera se le puede observar con sus bolsas de plástico negro y en la segunda se le puede ver (más o menos) haciendose aquella limpieza en su cara que los demás no podemos ver.

Nota: La edición de imágenes fueron realizadas en el mejor software en el mercado

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Chronicle #9 (Soliloquium)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Día: Lunes
Clima: Fresco-Soleado
Hora: Temprano
Estación: Primavera
Ubicación: Casi en la esquina
Calzado: Chuck Taylor Converse All Star (Clásico) Modelo Bota Azul 10.5

Comenzaba el día, apenas, se iba difuminando la oscuridad del a madrugada y ya había comenzado el ir y venir de un día cualquiera a patín. Estaba esperando la llegada del transporte universitario -casi en la esquina- cuando mejor me pareció sentarme. En la bardita junto a la banqueta me dispuse a prender un cigarrillo, en eso, se acercó me tendió la mano y balbuceó a manera de solicitud: "para un cigarrito". Debo admitir lo emocionado que me puso semejante situacion. Un personaje de su calibre me estaba dirigiendo la palabra. Mientras me las arreglaba para sacarme unas monedas que traía le dije: "¿quieres la moneda o el cigarro?" Me miró con cara de tener la respuesta en la frente y me dijo que la moneda -cual fuera- era lo que prefería. Le dí la moneda y le ofrecí un cigarro, también fuego. Se sentó a mi izquierda, -en la misma bardita-, haló y aquí comenzó lo que se quedó muy lejos de ser una conversación.

"Fíate, así como tú, horita que me estás dando algo, así yo te tengo que dar algo... ¿y qué te puedo dar?... mi conocimiento, verdá?" Comenzó diciendo el hombre de manos negras y pronunciadas uñas gruesas. "Tú estás estudiando... verdá?... que bueno, eso está muy bien, como yo que no, no quise estudiar... mi papá me decía: tu sabes por qué ese está cuajado?... de su patrón, me decía... porque estudió, hay que estudiar... no como yo que ya no estudié, hay que estudiar para ser alguien... me decía mi papá: tú estás muerto. Tú estás muerto. Todo mugroso, todo marigüano, tuatuado". Hasta aquí no tengo gran cosa que decir al respecto -ni creo tampoco poder en otro momento- lo extraño e intrigante vino después.

"Mi vieja me decía, así como yo bien marigüano, chida, bien chida ella. El otro día hablé con Jesús, yo hablaba con Jesús, y estaba yo bien contento porque estaba ahí con jesús, bien agustote... el otro día tuve un sueño, y soñaba que de mi vientre[...]" ya no recuerdo qué decía, continuaré escribiendo todo lo que recuerde de su monólogo, pues muchas eran las palabras y más aún las imágenes que se desprendían de la combinación de todas ellas el volumen iba y venía con su mirada a todas direcciones. Recuerdo que para entonces ya estaba yo de pié, anteriormente había visto llegar la camioneta blanca de la universidad y no me pude despegar de la "conversación" cuando me levanté, él se levantó conmigo y me siguió. Estaba en conflicto, tenía ahí la conversación y mi clase comenzaba en diez minutos. No alcancé a dar luces de querer abordar al conductor, se fué y yo me quedé con mi compañía callejera: un peatón con los tenis bien desgastados.

Seguía hablando de su sueño: "estaba con una mujer muy hermosa, tenía cabello negro bien largote y muchos tuatuajes, toda tuautada, como mi mujer, bien cholota, bien marigüana con los pantalonzotes bien cholota, y yo estaba con ella y luego yo estaba con ella y mi pene (bajando la voz y acercándose continuó) hacía así... (y con su índice desde su entrepierna lo hacía oscilar, como diciendo que no) entonces estaba Isaías, y me decía: mira, la mujer es mala, es mala porque luego te quieren agarrar el pene... (hizo pinzas con pulgar e índice y me mostró cómo es que el profeta le instruía). Para entonces yo ya miraba en todas direcciones, escuchaba su narración y al mismo tiempo planeaba una estrategia para llegar en tiempo al B-112, pensé en el buen Ruta Santa Anita, en un taxi cualquiera -me cobraría quince pesos si acaso-. No me dejaba de hablar -eso creo-, estaba a mi lado y hablaba, no dejaba de hablar. La colilla de su cigarro yacía en el suelo desde hacía no sé cuanto tiempo. "Despertaba en mi sueño y yo era homosexual de niños... y yo decía, por qué soy así, así... homosexual de niños... y luego yo era la virgen y estaba lleno de flores" Prosiguió después de hacer el ademán con ambas manos simulando una aureola floral alrededor de todo su cuerpo.

"Pero cuando yo me cure, podré estar con una mujer otra vez, con mi mujer." Ya no sé si esta última frase era parte del sueño o parte de una especie de añoranza en otro plano, a final de cuentas, insisto, qué caótico soliloquio. En mi premura abordé un camión que parecía iría en la dirección al campus, equivoqué, tomó un rumbo extraño, tuve que bajar y me llevé la oportunidad de repasar este pasaje en una caminata más larga de lo que esperaba.


El Peatón

 
Nota: Cualquier parecido del personaje descrito y el que aprece de espaldas en la fotografía es mera coincidencia.
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Chronicle #8 (Nightshot)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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La mirada a media luz, las pupilas dilatadas, la visión ahogada en los destellos de las tecnologías, los espejos, los plásticos, los metales. Las luces de la ciudad.
Destellos que componen y descomponen las imágenes. Ruta de viaje de los instantes elásticos. Del atrevimiento: ojo y lente expuesta a la luz. Maravillado, endiosado, desvanecido se mira y se es mirado. La experiencia en medio del ruido, el frío, la gotera y las mágicas luces se fragmentan y disuelve hombre y luz. Leer Mas......

Chronicle #7 (Rain down, rain down on me)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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La afortunada aventura comenzó con la mejor disposición para una tarde veraniega: un buen paseo a pie, una posible adquisición de nuevo material para la lectura de placer, café, una agradable conversación, y un regreso en paz. Decidimos comenzar la travesía, sólo el morral con algunos triques y la mejor compañía. Plática fluida, algunas cosas nuevas, otras no tanto. El calor comenzaba a menguar y se caminaba sin mayores bochornos.

Llegando a la librería nos sumergimos en la inmensidad de títulos y autores bajo los letreros de: universales, hispanoamericanos, filosofía, sociología y, otra que no recuerdo. Habrá pasado una hora, quizá un poco más. -¿Está lloviendo?- pregunté. -Ahá...- respondió, con los ojos clavados en la contraportada de un grueso libro. Yo me entretuve en la sección de dramaturgos, -sería divertido leer un clásico-. Me enganchó sorpresivamente un título de Monsiváis a un precio bastante sensato, pero la economía las últimas semanas no ha andado nada bien, así que mi compra se postergará quizá para la siguiente semana, quizá para más delante o más delante aún. Después de pagar, dirigimos las miradas al área de café, estaban los lugares, todos, ocupados. ¿Qué tal afuera, allá enfrente o allá de aquél lado... o regresamos ya? Optamos por caminar, la tarde estaba totalmente renovada, fresca, parecía que las aves también agradecían el fresco y cantaban, unos se esponjaban en el cableado de las calles y azoteas. Excelente tardecita.

A las seis u ocho cuadras el agua reaparece en la modalidad de lluviecita, silenciosa, todavía refrescante. Seguimos nuestro camino, para entonces ya traíamos buen ritmo, los semáforos -aunque se escuche automovilístico- nos habían favorecido a no detenernos y en eso: arreció. Gotas gordas de líquido vital, tan (cada vez menos) característico del planeta azotaban las banquetas (cortamos en una esquina por debajo de la lona de una tiendita) la negra calle y nuestras cabezas, aceleramos el paso. El viento tambien comenzó a hacer de las suyas y solo gracias al movimiento continuo del caminar, sorteando los charcos y las corrientes casi torrenciales de algunas esquinas, pudimos combatirlo. -Me quejé en mis adentros- Quería caminar más rápido, ¡llegar ya! Se habían empañado mis lentes, escurría el agua por mi nariz, los converse se convirtieron en acuatenis, -creo que es exclusivo de las mujeres lloverse y mantener el peinado- la mezclilla se hizo doblemente pesada y la tarde ya no era tan excelente.

Recordé mis basaroa -paseo, en lengua rarámuri- en las veredas de la sierra tarahumara, más de alguna vez había sido embestido por la lluvia, fué ahí que mis ojos atestiguaron un primitivo y natural comportamiento ante este fenómeno meteorológico. Ante la lluvia el pueblo rarámuri, y muy seguramente la gente del campo, permanece imperturbada. A pesar de poder predecir oportunamente -y en ocaciones a días de distancia, el momento del comienzo de la lluvia y su duración- la actividad que realiza en el preciso momento de la lluvia carece de modificaciones, no hay gritos, ni presurosos andados de espanto, la gente no le huye al agua. Lo que para tantos pueblos que viven de los cultivos de temporal - como el ejemplo de los rarámuri que en la mayoría de las ocaciones el cultivo es para el autoconsumo- significa una bendicion, para el ciudadano significa: inundación, enbotellamiento causado por el estupidecimiento de los conductores, accidentes de tráfico -por el mismo motivo-; no ver las series favoritas en la televisión por cable, fallas en el internet, la luz, que los documentos de la mochila se echen a perder y a los cuadernos se les hagan olitas de humedad; que los juniors se crean en Splash Mountain y te empapen mientras esperas el camión, o el mismo camión; que los puestos de comida en la calle se queden sin clientela; que muy probablemente te enfermarás, etc.



Seré sincero, costó mucho trabajo y solo duró unos instantes -eternos-, hice un paréntesis del momento y ahora puedo decir: es especial el silencio bajo la lluvia... la ciudad se ve distinta, el ruido es de un alboroto natural, hay luz pero no hay sombras, el olor tapatío de la tierra mojada es único... deseé tener un barquito de papel.

¿Hace cuánto que no se moja usted bajo la lluvia?


El Peatón
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Chronicle #6 (La mujer del abrigo)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Hora: 22:12 hrs.
Ruta: 183
Boleto: NO
Transvale: SI
Letreros: 1. Nos estamos esforzando en servile mejor, favor de reportar a (tales números) si el conductor, llama por celular, está distraído, niega el servicio, no da el boleto o de otra denominación, maneja distraído o trae acompañantes.

Vaya cosas tan comunes y tan extrañas las que suceden diariamente, esta noche llevaba algo de colores en las luces de la ciudad, poco a poco se fue haciendo gris. Fue derrepente que un pasajero olor a saliva seca abrió mis ojos. Ocupó su lugar en los asientos de la izquierda a tan solo una fila de distancia de la mía. Era un abrigo largo con botones grandes y gruesos, todo en color negro, el de la mujer que se abrió paso con sus dos bultos bien agarrados. El abrigo le llegaba bien abajo, cerca de los tobillos, estaba abotonado desde el pecho hasta la cintura. Se sentó de una manera bastante curiosa, recargando la espalda en la ventanilla abrió la pierna derecha y subió la rodilla al asiento. Su pie no llevaba calzado y el abrigo abierto mostraba sus delgadas piernas, la izquierda más arriba de la rodilla. -Ciertamente no había pruebas visibles de la ropa que cobijaba el grande abrigo negro, mucho menos si es que había más ropa debajo- El movimiento de sus labios la delataban rezando algo.


Se levantó y pasó a la pareja de los duros asientos de enfrente, los amarillos, los preferenciales. En la oscuridad de la media luz roja de los foquitos del camión pude distinguir apenas que el abrigo tenía una cola como las de los faldones de un frac. En ese momento el cobrador -del que ya me he ocupado de describir sus funciones- se echó al piso a la luz de las torretas de una patrulla de vialidad y se arrastró de sentaderas hasta los escalones donde se sorprendió de que del otro lado de la puerta tocaran solicitando abordar el camión, el operador abrió las puertas, entró el nuevo pasajero, él bajo y volvió a subir -erguido y con una patética actuación- ya ahora como pasajero, payaseando ante todos los presentes, se tomó del tubo y a un par de cuadras se sentó, luego regresó a su lugar -la derecha del conductor-.


La mano de la mujer del abrigo volvió a llamar mi atención cuando pareció que había aventado algo a la ventana que estaba de mi lado del camión. Dejó de susurrar sus oraciones, pero ahora se dedicaba a limpiarse la cara con la mano que le quedaba libre -la otra sostenía las dos bolsas de plástico- la operación era -como toda ella- extraña: extendía bien la mano desde las sienes y deslizándose por la nariz -con pulgar y meñique como tentáculos incansables- eso que tanta molestia le causaba, luego, lo aventaba a un lado, a otro, se lo retiraba, ¡estaba tan molesta! -Su repetida acción se asemejaba a la insoportable y desesperada manera en la que uno se trata de quitar una telaraña de la cara-. Además de esto, le presionaba la cabeza con la mano derecha sobre la coronilla. En el pecho, al mismo tiempo, parecía que le brotaban interminables telarañas, pues lo mismo que en la cara hacía desde el pecho.

 
Despertó en mí gran curiosidad el personaje que estaba mirando, hice el cálculo de su edad por las arrugas de su rostro como único parámetro pues no había maquillaje alguno y su ropa no ayudaba tampoco al cálculo. Llevaba el cabello agarrado en un chongo -que alargaba su cuello-, sus ojos eras grandes y oscuros, no tendría más de treinta y cinco años de edad, confirmé su delgadez y su leve pero notoria suciedad. Comenzó golpeando su pie con el respaldo de los asientos de adelante, luego se volvió a calzar, apenas hizo a un lado su bulto para alcanzar sus agujetas. El cobrador se puso repentinamente de pie y se tomó del tubo fingiendo una vez más. -Las torretas de otra patrulla se hicieron presentes dentro del camión reflejándose en todas direcciones.

La mujer luego se comenzó a limpiar con el dorso de la mano, la boca y la nariz, se olía la mano, frotaba su frente, se miraba los dedos y los olía, luego, volvía a aventar. Con las cejas bien arriba miraba al frente, a su alrededor -uno nunca sabe lo que el otro está mirando- ¿Sabría a dónde iba o de dónde venía? Se remangó el abrigo y luego mirando sus hombros se volvía a sacuridr desde arriba hasta los codos. -Arrancarse su maldición era su maldición-.


Dos niños acompañados de quien parecía ser su hermana se sentaron en los asientos de adelante. La hermana al poco tiempo y casi en la oscuridad total se volteó y dirigiendo su mirada a la mujer del abrigo le dirigió su palabra. Tuve miedo de que la mujer molesta como estaba y tan ocupada en deshacerse del sus sombríos badajos de maldición respondiera violenta, o que simplemente no contestara inmersa en el mundo de sus fueros internos. Pero ella respondió, alcancé a escuchar muy apenas, solo se que pasa por Sta. Anita, pregunte al chofer. Y levantaba los labios como haciendo trompetillas.


Probablemente vagabundeaba, ¿sería la loca del pueblo? ¿porqué la delgadez y el polvo impregnado en la piel es tan diferente de las estiradas líneas marcadas de la delgadez embijadas de cremas para la resequedad de las ricas? ¿qué diferencia hay entre el que sueña mientras camina y el que camina soñando? ¿Libertad? ¿quien no quiere arrancarse del pecho y la cara las telarañas que nublan el caminar? ¿quien no se aferra a su par de bultos tanto que no puede siquiera sujetarse las correas del calzado? Esperando a que las puertas traseras del autobús se abrieran para bajar, su mano me dijo adiós, aventaba más de aquello.


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Diálogos Peatónicos II

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Que la fuerza nos acompañe y el Kit Vader también. Me parece que la epidemia pone al descubierto varios asuntos, que porcierto, no estaban muy escondidos. Primero, la tan frecuentemente redescubierta vulnerabilidad de la condición humana frente a las vías que toma, irreverente y soberbia, la Naturaleza aderezadas con aquellos híbridos que nos encargamos de provocar al cruzarnos en su camino. En segundo lugar, y casi por consecuencia de la anterior, aceptar que no podemos tener todo bajo control, ni estar preparados para cualquier cosa, o para todo el por si acaso, o para todo no vaya a ser. Comparto la opinión, verdadera o sólo de guión, del compositor mexicano Joan Sebastian, en su corte comercial de La Lotería Nacional, previo a los avances de películas en el cine, en donde con su aguardentosa voz dice: -Me doy cuenta de que soy (por menos que se quiera) tan solo una pequeñísima parte de todo esto-.

Por mí, que todos los que quieran se laven las manos y los oídos varias veces al día, lo hagan. Que los que viven permanentemente -aunque la generación de resistencias del sistema inmunológico participe de alguna manera y haga también de las suyas- en probables epicentros patógenos de gripas, diarreas y de-más males, tomen sus precauciones y recuerden que de vez en cuando vale la pena visitar a su médico. Pero me parece que algunas medidas comienzan a estar extrapolándose.

Una toma de medidas radicales de este tipo podría aplicarse, con muchos más -quizá- beneficios para la humanidad, podría, tomarse para otro tipo de males que no sean de carácter epidemiológico y aún así aquejan a las sociedades humanas. El ejemplo jalicinense podría ser, la diabetes o la hipertensión, favoritas de la SSJ, (además del dengue) y que también matan cientos y cientos de cristianos y paganos en los cuatro puntos cardinales del país. O ¿qué tal medidas radicales para evitar que todo incompetente y/o corrupto pueda acceder a los puestos de poder en los gobiernos?, ¿qué tal un sistema de vecinos-vigilando o qué tal si los profesores hicieran filtros para no dejar salir a los alumnos sin haber aprendido nada dentro ni fuera del salón de clases? (A ver cómo terminan estos semestres en las universidades, ¿se irán vivitos y coleando, victoriosos los alumnos sin clases?) O, ¿qué tal si se pone a todas los hemisferios izquierdos de las universidades y las farmacéuticas a realizar una intensiva investigación científica para extraer del medio ambiente el virus de la discriminación, o del oportunismo, característico de siempre y de los hijos de las sociedades de los últimos días? ¿Cómo estarán durmiendo los líderes de los sindicatos de todos colores y sabores, ahora que no fueron ellos quienes dirigen el paro de labores?

Quizá nos quedaremos por siempre en casa, donde dos más dos siempre den cinco. ¿Qué tal un -¡ya viste allá!-? ¿Qué tal un atolito con el dedo?

Sin embargo, quisiera aclarar, después de compartirle esta serie de pensamientos al amable lector, parte de la colección pública de Diálogos Peatónicos, no quisiera quedar como los autores de los miles de correos electrónicos llenos de basura paranoica, relacionada con deudas millonarias y campañas políticas, presidentes yanquis, farmacéuticas y nada mejor que hacer. Suficiente con las medidas de precaución alrededor de la epidemia. Gracias.




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Diálogos Peatónicos I

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Para usar el jardín y la terraza.
Para pasear en triciclo y llevar el biberón en la canastilla, para que cante, o que baile, o que haga los ojitos.
Para preguntar la edad de cada sobrino. Para hablar de negocios y la enfermedad de la temporada. Para no creer que en una semana cumpla cincuenta.
Para pedir un beso. Para negarlo.
Para decir que lo conocieron cuando estaba así de chiquito, y que dormía, y que hacía travesuritas, y que se fue del país, y que volvió, y que se ve mejor de lo que dice.
Para pensar que no es tan malo y para reírse de recuerdo.
Para ver todos los colores. Para decir que huele rico.
Para mostrarle a los primos que ya se es mas grande. Para modelar los zapatos nuevos. Para sentarse en el rincón y no hablar mucho.
Para usar el molde grande en vez del chico.
Para mostrar todo un catálogo de cervezas extranjeras. Para aprovechar el caótico murmullo y liberar algo de risa eufórica propia del alcohol.
Para llegar tarde y presentar al nuevo o la nueva.
Para hacer evidente que tanto nos parecemos y somos tan diferentes.
Para no sentarse en toda la tarde, para llevar y traer, para levantar la mesa y volverla a poner.
Para afinarla y acompañarlo.
Para que ellas laven los platos (alguna vez desechables).
Para sorprenderse. Para corretearla.
Para cantar "lo que se siente en el alma, no nomás cantar por cantar".
Para corear al bisabuelo, algunas veces abuelo y otras tantas padre, marido.
Para saborear la receta secreta del postre predilecto. Para tomar refresco de manzana en caballito, aunque no vaya tan bien.
Para tomar doble rebanada. Para pedir la receta. Para negarla.
Para con el semblante tranquilo cerrar los ojos al viento que embiste todo el cuerpo, todo el lugar.
Para que de un beso, para que de la bendición.
Para ponerse a recoger, para repartir las sobras en toperguer.
Para irse yendo. Para aprovechar que ya se va.
Para unir, para juntar, para volverse a reunir.



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Chornicle #5

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Hora: 21:10
Ruta: 24
Agresor(es)/Víctima(s): 5 jóvenes preparatorianos
Víctima: Una señora, de condición peatón y usuaria de la Ruta 24.
Héroe: Operador de Ruta 24
Ayudante: Taxi (Sitio # desconocido)
Comentaristas: 1. Boletero (Recoge los boletos a la entrada del Cinematógrafo) 2. Viene-viene (Estacioneamiento exclusivo) 3. Viene-viene (Estacionamiento público, banqueta ordinaria de la calle paralela) 4. El Peatón.


Antes de llegar a la esquina de la callecita paralela a unas vías de tren, que atraviesa transversal y, sobre el paso a desnivel de una principal avenida de la ciudad, pude observar a un grupo de cuatro jóvenes reírse tomados del barandal unos, recargados otros. Tendrían quizá edad de preparatoria. Yo estaba por encontrarme con un muy buen amigo para después tomar unas varias tazas de café.


El alumbrado público hacía destacar las bermudas, tenis y gorra blanca que llevaba uno de ellos, el más alto de todos. Traía una botella 600 ml. Peñafiel (mineral?) de plástico. Otro de ellos también vestido en tonos claros, señalaba con la zurda en dirección a los automóviles que venían en dirección opuesta. El primero lanzó la botella y mientras sonreía, al terminar el movimiento quedó de frente hacia mí, que me aproximaba a buen paso y semblante más molesto que de sospecha frente a la escena. La sonrisa se le desvaneció y hizo un torpe movimiento como de patear algo que no existía. Su derecha regresó al barandal. Quedaron murmullos.


El punto de encuentro era un cinematógrafo local. (El dueño original falleció y le dejó la administración a los empleados que parecen tener filiación no solamente laboral) Cruzando la calle establecí contacto visual con el quinto elemento de esta pandilla de "niños bien". Nos miramos, doblé hacia el cinematógrafo y dejé a los chicos detrás, yo estaba más concentrado en la música y en el cierre de mi mochila recién reparado. Caminé hasta mi punto final del recorrido, miré el horario de funciones y calculé de pie el tiempo que restaba para que terminara la proyección de las 7:40 y me senté en la bardita de la jardinera.
De repente escucho pasos veloces hacia la dirección en que me encontraba, levanté la mirada y una playera blanca y piernas delagadas se movían a toda velocidad debajo de la banqueta, otros dos (o tres?) doblaron en la esquina rapidísimo. El chico de blanco no venía solo, evidentemente no estaba ejercitando por gusto propio, estaba escapando, todos estaban escapando. Detrás de él venían un hombre de muy baja estatura, quízá un metro y medio, y buena panza; sin embargo el hombre no venía menos veloz que el perseguido. Venía riendo, por un segundo pensé que estaban jugando, al segundo siguiente confirmé lo contrario, no se trataba de ningún juego, el hombre llevaba una botella de litro y medio de cocacola vacía, de esas botellas altas y de cristal, e iba gritando. ¡Ahora sí verdad, hijo de tu chin-gada madre..! Y la sonrisa se convirtió en carcajada. Iba casi frente a mí cuando aflojó el paso y se detuvo. En cuestión de segundos un taxi se detuvo atrás de él, luego lo emparejó, intercambió palabras desde la ventanilla y abordó el Nissan Tsuru amarillo (modelo emblemático del taxista tapatío). Arrancó y velóz alcanzaron la esquina en la que el joven de blanco dobló a la derecha. Dos (de los dos o tres) que habían tomado la ruta primera, dejando al chico de blanco solo, regresaron y miraron la escena del taxi asomados de cuello para arriba en la esquina de los cines. En cuanto arrancó el coche, se escabulleron también en su calle.


Yo ya estaba de pie, ví cómo dobló el taxi en la esquina. -Ahorita lo van a alcanzar- dijo el Viene Viene 1 (el del estacionamiento privado), que desde ahora será VV1, -ya habían estado aventando piedras desde acá hace rato, y les dije: saben qué, no hagan eso, eso no se debe de hacer-. El boletero se había acercado y era a él a quien dirigía esa conversación, seguí acercándome al núcleo de la zona de comentaristas. El Viene Viene (él de la calle de los prófugos) cerró el círculo como el cuarto comentarista, desde ahora VV2.


Todos miraban de un lado a otro, esperando ver si algo más ocurría. De inmediato se comenzaron a hacer presentes las diferentes visiones de lo ocurrido. -Ahorita lo van a agagggar- Decía el boletero con su peculiar acento en las "r". -Le han de haber aventado algo al camión- dijo VV2. -¿Cuál camión?- pregunté. -Ahí está parado el 24, de ahí se bajó el que andaba tras de ellos- contestó VV1. El boletero movía la cabeza en forma de negación y algo balbuceaba en voz muy baja, ¡qué piel tan blanca! pensaba yo. Hasta entonces comencé a darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, miraba dentro del núcleo de comentaristas a los personajes ahí congregados y seguía masticando lo ocurrido. Era el chofer quien los perseguía, pues el 24 color blancoy naranja no se movía. -Yo creo que no tienen nada mejor que hacer- dije. -Ahi andaban hace rato- volvió a decir VV1, con una chamarra de mezclilla y mangas de tela. El boletero decía que no en silencio. -A esos no se les golpea, porque estan chicos, a esos hay que llevaglos a la patrulla... ahorita lo van a agaggag- dijo el boletero. Dije yo -Pues si le rompieron un cristal o algo, si vale la pena que se los cobren, pa qué andan ahí- . A lo que contestó VV2. -Mmm... esos salen luego luego..- -Nomás van los papás y los sacan, pagan y los sacan- dijo VV1. -Pues sí, pero con el puro susto de subirse a la patrulla y que los lleven "al tute"... con eso... aunque creo que asustados ya estaban- dije yo, recordando el veloz chico de blanco y con la cabeza jalada hacia trás por su carrera. -El chofer iba a carcajadas- dije, para justificar mi comentario.


-Ahí viene el chofer ya- venía caminando y sin botella. No sabía que esperar. Por lo pronto no había manchas ni de tierra ni de sangre. Comencé a descartar un enfrentamiento a golpes o botellazos. Venía caminando y de repente aceleraba casi hasta trotar. -¿Lo alcanzaron?- preguntamos los comentaristas. -No, se metió ya más pa allá, a una casa yo creo-. -¿Pos que hicieron?- preguntó (creo) VV1. -No, aventaron una piedra y le pegó a una señora-. Vaya sorpresa nos llevamos. Nunca dijo que hubiera roto un cristal, el hombre estaba molesto porque la piedra que aventaron había lastimado a una mujer.


La bolita de comentaristas comenzó a desintegrarse poco a poco, yo por mi cuenta me dirigí hacia el camión, detrás del chofer. ¿Estará sangrando la señora? ¿será joven o vieja? ¿si es madre, vendría cargando a su bebé o su niño o estaría embarazada? ¿Qué habrá pasado con los demás pasajeros, se habrían percatado de todo? Ahora con eso de la TV.Movil todo mundo viene viendo el horóscopo de cáncer, o el anuncio de la escuela de gastronomía, o algún video de humor ochentero tipo La risa en Vacaciones. (Mi abuelo era fan, las tenía todas) Habían pasado más de 10 minutos y nadie más había bajado del camión. Casi en la puerta ya, el camión arrancó. Regresé al acceso de los cines, dí Play a la música y me puse a escribir. Tenía que compartirles esta historia.

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Chronicle #4 (Mil palabras)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Dicen: una imagen dice más que mil palabras.

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Chronicle #3 (Hazzard)

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Ruta: Línea Dorada (Las Plazas Outlet)
Hora: 22:51
Costo: 9.50 pesos
Boleto: Sí
Aire Acondicionado: Sí
TV: Sí
Discman con metal progresivo: Sí

Tomé el casi último autobús, y no por la hora, ya de noche. Había caminado un buen tramo desde donde estaba hasta la parada así que después de saludar, como acostumbrado, al todavía joven y esbelto operador, me quité la chamarra que llevaba puesta para sentarme en el primer asiento a espaldas de la separación del asiento de chofer y la sección para pasajeros. Eramos yo y alguien más que conversaba con el chofer de bigote, sentado del otro lado.Bajé un poco el volumen del reproductor portatil y mientras veía la tv que convertí en tv muda pensaba en que ese viaje sería uno más. Sin duda, uno más para recordar.

Llegado a mi destino, bajé por atrás, haciendo caso a las indicaciones, me despedí como acostumbrado fijando la mirada en el espejo lateral y a los pocos pasos me dí cuenta de que mi mochila, con su cierre inservible, pesaba un poco menos que cuando subí al verde autobús. ¡Mi chamarra! pensé, ¡Hey! grité tres veces antes de que el gallo cantara y entonces comencé a correr. Como no sabía chiflar con la fuerza de un viene-viene (trapero-cuida-autos) moví los brazos en todas direcciones, luego me concentré en dedicar toda mi energía, que casi nunca es más que poca, a correr. Mi mochila rebotaba en mi espalda y mi corazón palpitaba galopante. Cuando lo ví demasiado lejos y sin que se diera cuenta de que lo seguía, bajé el ritmo y casi me detuve.

Se detuvo casi derrapando las llantas con la carretera enterregada un Jetta negro, con los cristales polarizados. Traía la ventanilla del compiloto a medio cerrar (o abrir?) e inclinándose el conductor hacia mí dijo algo que no comprendí. -Perdón?-, dije yo. -¿Estas siguiendo a ese cabrón?- me dijo. (Ya casi no recuerdo su rostro) Apuntó con su dedo y entendí, me dijo: -¡súbete, ahorita lo alcanzamos!-. Estaba tan exaltado como yo, y durante toda la odisea se mantuvo tan acelerado como yo. Sospecho, ¿un antigüo peatón?, se veía compadeciendo al tiempo de manejar a toda velocidad. Lo delató su arranque al más estilo de los Duques de Hazzard, ahora sí, patinón y motor revolucionado. Por un segundo no sabía lo que estaba haciendo, menos lo que ocurría. Cosa de instantes.

-Se me quedó mi chamarra en el asiento- dije. -Ahorita lo alcanzamos- repitió. Este hombre se acercaba peligrosamente al autobús haciendo un velosísimo cambio de luces, se hacía a la derecha y a la izquierda para ser visto por los espejos laterales. Intentó revasar más de una vez pero el flujo de autos no se lo permitía. El camión se detuvo en una parada casi un kilómetro adelante, no estoy seguro si subió un pasajero, yo bajé corriendo del coche y en cuanto llego a la puerta trasera el Línea Dorada volvio a arrancar. -Ya así ya, no hay pedo- le dije al hombre que estaba modificando su ruta de regreso a casa por la persecusión. -No! qué chingados!, ¿por qué no te hace caso?- me dijo. -De verdad, no hay problema aquí me bajo y camino ya para mi casa, no tengo ganas de pelearme con nadie- dije. -Ahorita yo te llevo, nomás que lo alcancemos otra vez- contestó él. Ya más por el puro vuelo de la situación acepté intentarlo una vez más.

A la poca distancia y lo que parecieron 200 cambios de luces se volvió a detener el autobús. Me baje rápido, corrí a la puerta delantera. Toqué como en puerta de casa, traté de que no fuera muy fuerte para evitar malentendidos. A penas se podía ver a través de los cristales de las puertas, lo acepto, estaba algo aturdido y atolondrado. Solo ví al bajito chofer mover su brazo estriado y a lo lejos su voz diciendo: -¡Por atrás!-. Se abrío la puerta y subí rápido, él estaba de pie, sus piernas abiertas tanto como el pasillo lo permitía. Su camisa blanca brillaba con la muy común luz negra del techo. Corrí por el pasillo. ¡Qué quieres?! dijo, -Vengo por mi chamarra- dije rápido y en tono de bandera blanca. No supo que responder, creo. En cuanto me agaché por la dichosa chamarra gris, a la luz negra brilló también en un traslúcido color naranja el mango de un T-160-20P (25"). Un Machete Estandar de Cacha Ancha de veinticinco pulgadas de largo marca Truper que sostenía con su mano derecha. Haciendo como que la Virgen me hablaba, tomé la chamarra y corrí de regreso por el pasillo. No me quité esa imagen de la cabeza por varios días. Consideré la experiencia un buen pretexto para volver a dirigirme al amable lector y aquí está el resto de la historia. El hombre del Jetta de Hazzard dió vuelta en el retorno y me dejó frente a la banqueta donde incialmente me había dejado el Línea Dorada, crucé la calle y seguí caminando.


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How to Use the Guadalajara Bus System:

http://www.ehow.com/how_4678142_use-guadalajara-bus-system.html Leer Mas......

Chronicle #2

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Hora: 22:00 hrs.Tiempo de Espera: 9 min.
Tiempo de Recorrido: 39 min.
Ruta: 186 Tlajomulco
Boleto: No
Operador usa cinturón de seguridad: No
Hay un cinturón de seguridad: No

Observaciones:
1 letrero: Pasaje 5.00 niños 2.50 de 5 a 12 años 1/2 pasaje. Pers. 3ra edad con transvale
1 letrero: La persona que se sorprenda rayando esta unidad será consignada a las autoridades
1 letrero: No tire basura
1 letrero: No escupa
1 letrero: Si va a bajar parese con tiempo la bajada es por atrás

Hay una mujer sentada sobre el tablero, el que cubre parte del motor, a un lado del chofer. Se desliza un poco de un lado a otro por el movimiento mismo del autobús. Ella cobra. Creo que es la mujer del operador. Me dí cuenta de que mantiente una conversación por teléfono celular y en un segundo momento al levantar la mirada ella mantiene dos conversaciones en cada oreja un celular, un celular en cada mano. Ella tiene dos oídos para escuchar más que una conversación. Ella es multitasking, sigue cobrando.


La labor del cobrador es:
1. Cobrar a las personas ya que dispone de ambas manos para despachar el boleto (cuando hay boletos para despachar) y entregar el cambio de manera más rápida. Aunque los operadores experimentados tienen la hablilidad de hacerlo prácticamente sin mirar el dinero ni al pasajero.
2. Echar aguas: cuando hay que realizar una hazaña en reversa, en un semáforo, etc. O para saliendo de la puerta notificar al operador de qué carros (camiones) vienen atrás.
3. Conversar con el operador: para no aburrirse, para que el operador no se aburra ni sobrepase sus límites de estrés.

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Chronicle #1

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Tiempo de espera: 6 min.
Ruta: 24
Boleto: Sí
Transvale: Sí
Nota: Si el pasajero entrega transvale, el operador deberá de entregar, en vez de boleto, el talón del transvale que dice: Para el Pasajero.
Vendedor Ambulante: Sí


Observaciones:
1 letrero Favor de Bajar por atrás
1 señalamiento de no fumar
1 señalamiento para el extinguidor
1 mapa de la ruta
1 botiquín de primeros auxilios color blanco
1 vez utilizó el claxon.

El operador, usaba un pantalón caqui tipo dockers y una camisa blanca tipo polo. Ambas prendas notablemente limpias. El vendedor ambulante era un joven de unos treinta años con un problema severo de lenguaje, quizá por un daño neurológico. De muy baja estatura y barba. A penas se le comprendía la promoción de su producto. Un compendio (bastante completo al parecer, por el grueso del documento) de oraciones. "Para todo tipo de necesidades". Una joven de vestido blanco hojeó el librillo y le ofreció un billete de $200 pesos para pagarle un producto de solo veinte pesos. El joven recibió el dinero y se dirigió con dificultades al chofer para pedir que le cambiara el billete por lo que fué un billete de cien, uno de cincuenta y varias monedas de diez y cinco pesos; de tal manera que le devolvió su cambio a la señorita y bajó en las aguilas de las Aguilas. Curiosa bajada, bajó de frente al conductor, esto es de espaldas a la puerta y cuando el chofer estaba arrancando levantó la mano y agradeció verbalmente el "permiso" para subir a trabajar. También es por esta escena que decidí no perder la costumbre de agradecer al operador del camión.
http://www.mitadperiodista.wordpress.com/

Mi estilo: mientras bajo los escalones (traseros) y al llegar al sagrado pavimento, levantar la mano buscando ser visto por alguno de los múltiples epejos y espejitos de los choferes. En ocasiones el agradecimiento es bien recibido y a demás devuelto, en ocasiones el placer está simplemente en no haber perdido la oportunidad de agradecer el buen servicio, por malo que haya sido. Así también he decidido (muy valientemente) hacer alguna expresión de extrañesa cuando no se me entregue boleto al subir. El valor no es suficiente como para reclamar el boleto aún, quizá un día lo logre, quizá no sea necesario, ojalá no fuera necesario, ni para el usuario, ni para el operador. Y agradecer siempre que el chofer me entregue boleto de pasajero, especificando el agradecimiento: "gracias por el boleto". No se sabe nunca cómo caiga la expresión a los conductores, ni si tenga resultados, pero el condicionamiento operante debe tener su chancita para mejorar el servicio de transporte público.

Recomendación del Peatón:
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Presentación

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on viernes, enero 01, 2010

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Una mochila (con un cierre disfuncional) repleta de fotocopias, una chamarra (o suéter) que no sirve mas que de estorbo por el calor de la tarde a la espalda; un par de zapatos tenis en tributo al grunch -y en protesta a la tendencia de la moda de la etapa psicosexual emosecundariana- con los que se puede advertir el sabor de los incoloros chicles pisados, permaneciendo por años en el pavimento de nuestras calles, estos son, quizá, los únicos testigos confiables de las pequeñas reseñas (irrepetibles) que se narrarán en este espacio virtual-literario del cotidiano transitar por la ciudad de la furia, a merced de algún amable aventonero universitario, el transporte público o la resistencia física de las propias piernas.



Se le invita al lector a permanecer atento a los pequeños o grandes textos que se presentarán periódicamente -y si la ocasión lo amerita-, de las aventuras peatonales de las que el autor se aprovechará para compartir patéticamente (emocionalmente hablando) el vivir las calles calentándose las plantas.
Tercera llamada. Repito: tercera llamada.
¡Comenzamos!



El Peatón
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