La Gaveta

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on miércoles, mayo 29, 2013

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Picaporte, cerradura, aldaba.

Cada cuando se me estiran los ojos
y se me cuelan por el picaporte.
Ya no encuentro nada,
es el extractor de mis anécdotas,
el demoledor de mi memoria.
Arráncame los ojos que ni me sirven,
ni los quiero usar.




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La Gaveta

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on martes, enero 22, 2013

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Sabor a mí


Esa eras tú,
la frescura, la masacre, la más cándida y silvestre
esa eras tú, la primera en la mañana,
de amarillo y blanco, de rocío sobre los labios.

La más grande tentación para perder los estribos.
Me vaciabas, me rebasabas, me transformabas.

Aunque no me enorgullece del todo lo que veo cada mañana, lo sé,
hoy soy gracias a ti, a pesar de ti,
a pesar de la primera gran batalla de mi boca muerta
y tus dedos gélidos, delgados, sin fuerza.

Y no hace falta que te lo cuente sentada en mis piernas,
como viejo en su sillón frente al radio apagado,
-no nace falta-, y aunque mi memoria es mala,
todo lo tengo en resguardo. Todo.

De repente, y cuando la ocasión lo amerita,
después de sudar el alcohol por la vista
saco del costal de algodón cada uno de esos instantes,
los froto suave con mi pañuelo, el más viejo de todos.

Uno por uno, uno por uno, lento y en espiral.
Me iluminan siempre aunque se oculten,
y comienzan a aparecer, reaparecer.
Y yo: las recupero, las revivo, 
las remato y las resguardo una vez más.

Al despertar, por la mañana y con la cabeza a explotar
Apenas ni abro los ojos, ni los quiero abrir,
me concentro y ahí estoy yo, tú.
La sensación de ti, de mí,
en la lengua y en mi respirar.
Sabor a ti, sabor a mí.

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La Gaveta

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on lunes, agosto 30, 2010

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San Francisco


Él volteó a San Francisco,
marcó su raya con los extractos del mar,
incenció la cocina, comió más jitomate y menos grasas,
se levantó más temprano y dejó el café.

Buscó incansable la muerte del agotamiento en
seis onzas de jugo de una fruta exótica colombiana.
Se quedó en la sala tratando de escribir,
de pintar, y no pudo más que perder el sueño:
se quedó despierto, como una momia, como ido,
como hueco.

Ella estaba verdaderamente enamorada,
entró en tierra negra y vísceras de cerdo,
se inmiscuyó en sus voliciones,
Le repartió sus llagas añejas en seis o siete bestias,
monstruos que disfrutaban de mirarlo desde la coladera,
el espejo, la ventana, la campana de la estufa.

A él se le metió por los ojos, por la boca,
por los poros de la espalda. Se le permearon los
aceites de su locura en las vibraciones del reclamo,
el premio y el castigo. Lo hizo servil y le destapó
las vasijas guardadas de los tiempos de la adolescencia
bien dolida y se ahogó en el vicio de buscar razones
que no dejaron de ser pretextos fallidos de irse y no volver. Leer Mas......

El Peatón Chronicles

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on lunes, agosto 30, 2010

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Chronicle #17 (La Vía Azarozus)


Ir al centro era todo lo contemplado en el itinerario. Lo que nos movía era ocupar el tiempo, andar por ahí y ver, conversar. Para mí, lo que miro en la calle siempre es material de conversación y, yo ya llevaba un par de semanas aborreciendo mis propias conversaciones. Cortarse el aburrimiento vía azarosus es la tablita salvavidas bendita de los de imaginación paralítica, y de los superdotados también...―Siempre hay algo, ¿no? ― dije, poniendo el cierre de semana en manos de la esperanza. A la distancia se podían ver las carpas y el escenario central de Plaza Liberación en su genérico color blanco, quizá herencia de las culturas orientales.

―¡Algo hay! ¬―dije, sintiendo que la suerte jugaba en mi mismo equipo. A-ver-qué-hay es la mejor disposición para el viajero en búsqueda de aventura, y esta vez (otra vez) no fue la excepción. De lo primero que apareció a nuestro encuentro fue un joven bigotón que ofrecía rusas de a cinco y de a diez. Honestamente, también un espantoso olor general en el aire. Compramos una rusa bien llena de hielo en vasito mediano y comenzamos con el papaloteante ritmo cansado de caminar: estas cosas, para hacerlas bien, hay que bajarle por lo menos dos rayitas a la velocidad del andado.

Villa Guerrero, Colotlán, Totatiche -yo sabía de Teocaltiche-, Encarnación de Días (La Chona), Chapala, La Barca, entre un montón de otros lugares era lo que se leía en las marquesinas de los puestitos acomodados en herradura cuadrada de la plaza. Todo se trataba de una expo turística municipal del estado de Jalisco. No recordaba que Jalisco tuviera tantos municipios, ─qué decepción para Leo, mi maestra de segundo grado de secundaria, y para Dolores, la de tercero de primaria, que tanto se esforzaron. Los stands, más o menos grandes, tenían sus mesas repletitas de folletos de todos los tamaños, y aunque entre locales se repetían algunos, se aferraban por que los paseantes se llevaran, no uno, sino toda la pila que cada puestecillo ofrecía. Cada pueblo, ciudad y municipio personalizaba su espacio: magueyes, paja, tapetes, artesanía, salsas picantes en botellas chicas y grandes. Todos elementos que hacían la diferenciación entre puesto y puesto ―los folletos no siempre ayudaban.

Comenzamos la caminata por uno de las aristas de la exposición, doblamos en la esquina y ahí en la parte central nos encontramos con el más delicioso chocolate de mesa: se trataba de la pasta artesanal de chocolate más deliciosa que he probado. Apartamos dos barras que casi escurrían su aceite vegetal en el papel revolución que los envolvía. A un lado, estaba un puesto de artesanía huichola con increíbles diseños en chaquiras.

De regreso al epicentro del movimiento, en el escenario vimos a un grupo de pequeñas -y otras ya no tan pequeñas- bailarinas que ante un público diverso mostraban sus habilidades, a manera, quizá, de cierre de curso en sus clases vespertinas de danza egipcia, hawaiana, árabe. En el ala derecha de la cruz que se podía formar entre los módulos de exposición y el escenario, unas niñas se cambiaban el vestuario a plena luz de sol, siendo insuficientes las integrantes del equipo para hacerse una mampara humana. Me atrevo a decretar ese día como el comienzo de la caída vertiginosa del belly-dance. Y me refiero a la caída de ese estante en el que bien sentado estaba, el estante de lo exótico, lo promiscuo y salvaje de la seducción de tierras las paganas. Niñas semidesnudas de caderas que parecen tener vida propia a unos pasos de catedral, en un evento público, no dan para considerar otra cosa. Por otra parte, de la relación entre el baile de estas jóvenes vedettes y la expo turística, creo que no hay mucho qué decir.

Rondamos un poco más por los pasillos encontrando más folletos y otras cosas también. En uno de las laterales, entre puestos prácticamente abandonados, se erigía uno con quizá el mayor número de visitantes masculinos. Ni yo recuerdo el nombre del lugar representado, pero la cola de visitantes si no era larguísima se mantenía exitosa y continua. El grupo de catadores aficionados mantenían permanentemente una fila de ocho personas, los responsables de la mejor estrategia mercadotécnica obsequiaban pequeñas y repetibles muestras de mezcal. Se escuchaba: “Y… ¿Esto qué es?”, “¿Dónde lo hacen?”, “¡Está bueno!”, “¡Sí está bueno!”.
Después de la prueba gratis en jarrito de barro acordonado, volvimos al escenario principal. Esta vez, un animador con su voz y tono de animador ―era obvio― alentaba al publico a aplaudir, a decir que las niñas estuvieron fenomenales y que se la estaban pasando bien. De repente tenía a tres niños arriba del escenario. ―Tenemos unos premios padrísimos― decía el hombre con el micrófono. Organizaba un concurso de baile libre sobre la pista que el DJ escogiera ―esto también es obvio―. El primer niño le raptó la atención a toda la Plaza Liberación cuando al ritmo del uno-do´-tre´-cuatro se arrebataba la playera y la lanzaba al público, en su mayoría conformado por padres de familia y otros niños. Las otras dos niñas tuvieron su oportunidad meneándose sin mucho que hacer contra el striptease del primero. Luego se vino la premiación. El animador haciendo su trabajo apeló a la voz del pueblo para elegir al ganador. ―Amiguito, ¿dónde está tu mamá?― dijo, seguido de las risas de la audiencia. ― ¡Ya le dio frío! ― continuó, pidiendo auxilio de quien tuviera en su posesión la prenda que le faltaba. Luego recordó las bases del concurso y anunció que uno de los tres se iría a casita sin premio a pesar del excelente desempeño de todos en el escenario. Por obvias razones el reguetonero se llevó las palmas y el premio del que no me enteré por andar platicando con un joven que regalaba pulseritas y llaveritos de los juegos panamericanos próximos.

Al fondo estaba un stand de una agencia de viajes. Me pareció que era un estudiante de turismo quien atendía a los paseantes, llenándolos también de los mismos panfletos y otros con eso que le dicen “información turística”. Posters de playas no jaliscienses era la escenografía de fondo. Yo veía qué ver entre lo que parecía ser nada interesante, mientras dos mujeres indígenas se acercaron un paso atrás de nosotros. Vestían, como es costumbre, en ropas tradicionales y de muchos colores y se susurraban en su lengua madre. Una tenía un grande manchón de leche materna en su blusa verde: cargaba a un pequeñito que sudaba notablemente. Observaban con detenimiento al igual que yo las plumas y suvenires. El estudiante a cargo del stand se dirigió a ellas: ―¿A dónde se quieren ir?― les dijo, y balbucearon sacudiendo la cabeza. ―¡Ah!, nomás están viendo…― titubeó. No sé si esperaba que preguntaran por los vuelos en promoción para ir a Yucatán y de pasada visitar Chichen Itzá; a fin de cuentas indígenas, ¿no? Les debería interesar conocer sobre sus raíces.

Habiendo recorrido el noventa por ciento de los stands, decidimos ir a refrescar la garganta con una michelada en Las Sombrillas. Cruzando Fray Antonio Alcalde y su barda de sonido vial, entramos en otra atmósfera. La voz amplificada de un hombre chaparrito ocupaba todo el aire de la plaza. Era un predicador guadalupano merolico, que iba de un tema a otro como fuego a discreción. Le dirigía la palabra ―y la palabra de Dios― a unas cuatrocientas personas que pasaban su fin de semana sentados, comiendo, platicando. Mientras embarraba de cátsup unas papas a la francesa compartidas, escuché: ¡No es discriminación! ¡Es sentido común! Desde luego, su discurso, rosaba de lado y con la autoridad de un miope convertido por el pecado de la homosexualidad. Después de más de dos horas de ser apedreado por su gritería, me preguntaba: ¿alguna vez en la vida, éste hombre habrá escuchado del domingo en santa paz?

Antes de que cantara un gallo apareció frente a nosotros un hombre sumamente delgado, vistiendo shorts blancos y blusa verde pistache. Debajo de su frondosa cabellera roja, sus cejas delineadas nos saludaron; sonreía a los consumidores del restaurante y se dirigía a nosotros de la siguientes maneras: “Amigo, tu que tienes cara de modelo…”, “Hola guapo… regálale a ésta preciosa una flor!”,“Oye amiguito, tú que te ves como artista de Hollywood…”. A mí me tocó el cumplido de la de cara de modelo, me sacó la carcajada y una cooperación. “Estoy juntando dinero para la casa X, es para enfermitos de Sida… terminó”. Una labor silenciosa, amable, con sentido del humor.


Coincidencias azarosas, partes del caos de todo un centro urbano.
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La Gaveta

Posted by Ricardo Robles | Posted in | Posted on jueves, junio 10, 2010

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Salir adelante



Mi abuelito sí salió adelante. Se enamoró de mi Chita y se fueron del rancho. Mi abuelita Chita dejó de ir a la Basílica hace mucho, yo estaba en primero, sus rodillas ya no le ayudaban, y no podía ir a rezar tan lejos. Mi abuelito Trini luego de su ataque ya no hablaba, dice mi Chita que cuando se acordaba de su tierra cantaba unos corridos de la sierra (unos que ya nadie se sabe).

Arturo dejó la moto del tejuino porque el señor que se la prestaba le hacía la chingadera de cobrarle más cada vez aunque siempre vendía toda la nieve y el tejuino. Cuando iba a vender a mi escuela a mí me daba un diablito de a gratis, pero no tenía que decirle a nadie. Una vez se lo regalé a Jocelin, yo no le había chupado ni nada, pero no le importó y luego se juntó mejor con las otras niñas y me dejó de hablar. Ya le había puesto una sombrillota de todos los colores, pero ya la guardó en el patio y le dije que un día que vayamos a la playa la podíamos poner si no nos queríamos brocear tanto.

Yo ya sé que uno necesita trabajar bien mucho para salir adelante y terminar la secundaria, pero no sé por qué tengo que ir a la escuela si lo que yo quiero ser de grande es poner una estética. Yo quiero ser de cultura de belleza. Cuando yo sea grande no voy a dejar que mi mamá vaya a trabajar, ella se va a quedar en la casa a descansar, y cuando vaya a mi estética no le voy a cobrar por sus uñas ni por los rayitos. Mi Chita no fue a la escuela y mi abuelito tampoco, a mí sólo me gusta la clase de computación, porque nos metemos a internet.

Kevin es el niño más bonito y lindo del mundo tiene un celular y quiere ser policía, mi abuelito era policía, pero él quiere ser de los estatales y manejar su camioneta bien recio cuando haya ladrones. En la kermés pasada nos casamos, pero al rato ya se había casado con Daniela y yo le dije que yo no podía seguir así, que me dijera en qué estaba pensando, qué por qué me había hecho eso. Yo sé que nomás nos casamos de la kermés pero de todas maneras eso no está bien.

Mi mamá dice que mi abuelito ya no entiende, pero yo digo que sí entiende, si le dices fuerte y despacito.

Los sábados hay bien muchos carros en la cuadra, yo se los cuido y Arturo también. La otra vez un señor uno de una Lobo me dio cincuenta pesos y me quería dar otros cincuenta si me daba una vuelta en su Lobo. Casi me daba una vuelta y cuando me estaba subiendo Arturo le corrió y se agarró a los chingadazos con el señor. Yo le decía que no, que no había hecho nada malo. Se subió a la camioneta el señor, se le puso enfrente y lo machucó. Fuimos a la cruz verde en la camioneta de mi papá y de ahí se lo llevaron al hospital y nos quedamos toda una semana. La maestra Claudia me reprobó y ya no estoy con mis amigas, ya nomás las veo en el recreo y a la salida. Mi mamá me dijo que no hiciera esas chingaderas porque luego nos van a quitar la ayuda de Oportunidades y no vamos a ir a la plaza, y que no me va a comprar burbujas ni nieve.

“¡Arturo! ¿Porqué no le prestas tu sombrilla a mi Chita para que no le pegue el sol ni a mi abuelito?. Mañana es domingo y a ellos les toca ponerse en la plaza.”
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